Historia del Dogo-Presa canario      

 

ORIGENES HISTORICOS

                Desde los tiempos más remotos, las Islas Canarias han  estado íntimamente relacionadas con los perros que las habitaron, hasta el punto de deberles su nombre, una parte importante de su historia e incluso, nos atreveríamos a decir, también la impronta del carácter isleño, todo lo cual viene hoy reflejado en el escudo heráldico que representa al archipiélago.

                Ya entre los años 30 y 25 a.c. cuenta el historiador Plinio en “Memorias del Rey Juba”, que el monarca mauritano mandó una expedición marítima puesto que “…a corta distancia se veía la isla de Canaria, llamada así por la multitud de perros de extraña grandeza, de los cuales se llevaron dos a Juba II”.

Aunque la investigación científica no se ha desarrollado, hasta hoy, con la profusión y alcance que merece, resulta incontestable la significativa presencia prehispánica de aquellos animales, los cuales han seguido de la mano de los isleños desde entonces y hasta nuestros días.

                Puesto que la historia escrita de las islas se remonta, tan sólo, a los testimonios existentes tras la conquista del archipiélago canario, los primeros e indubitados documentos que atestiguan indubitadamente la ancestral presencia de estos canes resultan ser los Acuerdos y Ordenanzas del Cabildo de Tenerife y de Fuerteventura (lamentablemente los de Gran Canaria se destruyeron), donde se mencionan perros de combate y se cita al perro de presa como tal. En dichas Ordenanzas de 1511, y a la vista de los daños ocasionados por los perros asilvestrados en ganados mayores y menores, se ordenó el exterminio de aquellos, a excepción de “…doce perros castizos para matar perros salvajes”.

                Estos perros de pelea eran utilizados por los carniceros de la época para sujetar las reses durante el sacrificio, usanza de aquél entonces tanto en Canarias como en la península, por cuanto tales Acuerdos también excepcionaron indultar dos perros por cada carnicero, siempre y cuando éstos tuvieran por oficio tajar y pesar la carne, “…teniéndolos atados de noche y de día y solo los desatasen para prender las reses”.

                De entre esos supervivientes consta de forma extraordinariamente ilustrativa la noticia, recogida en el Cedulario del Cabildo de Tenerife, de 5 de febrero de 1526: “Otrosí porque hay en esta isla dos perros que matan los perros salvajes, porque queden perros para matar los salvajes, se permite que estos dos perros queden, por ser amaestrados, como se ha visto por experiencia en Adexe y Abona, donde los tiene Pedro de Lugo, regidor”.

                Tal y como apunta Reyes Santana en “El perro de presa canario”, Revista Aguayro, nº 9-1988, todo apunta a que el perro que en aquél entonces ya estaba arraigado en las islas como perro de presa era “ …un perro primitivo y aborigen, que no debió ser muy grande ni pesado…” -lo que motiva uno de los principios de la línea de cría de Estirpe de Tibicenas-, posiblemente cruzado con perros de presa traídos por los conquistadores (presa de Burgos, presa español, alanos, etc.) y que en la época se empleaban en monterías, para “aperrear” las reses en las plazas taurinas e incluso con fines bélicos. No es cuestión baladí recordar, como ocurriría años más tarde y por otras razones comerciales, que los puertos isleños constituían escala ineludible de los navíos castellanos con destino a la conquista de América.

                Así las cosas, transcurre el tiempo y aquellos perros del siglo XVI, fruto del mestizaje entre los oriundos perros prehispánicos y las razas ibéricas traídas por los conquistadores, reciben un segundo influjo genético.

                En los Siglos XVII y XVIII las islas se imbuyen de la cultura que traen comerciantes, mercaderes y navegantes, especialmente británicos, auspiciada por nuestros puertos francos.

                Los británicos, amantes a la sazón de la época de las peleas de perros, encontraron en tierras isleñas un caldo de cultivo ideal para su práctica y en el que en aquél entonces constituía el ‘presa canario’ un perro de óptimas características para su afición, introduciendo en su perfil genético la sangre de sus perros, inicial y mayormente Bulldog y, posteriormente y en menor medida, Bullterrier. Ahora bien, estos perros que acompañaban a los buques del imperio británico con fines de vigilancia, distaban mucho del arquetipo del Bulldog actual. Aquellos eran perros mucho más fieros, poderosos y de mayor alzada, con mayor rapidez y ligereza de movimientos, propios para los fines a los que estaban destinados.

               A título anecdótico, ingleses son también los emblemáticos perros que decoran la plaza de Santa Ana, frente a la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria, y que llegaron a la isla en 1895 con ocasión de la reforma de la zona que auspició el alcalde Felipe Massieu y Falcón (obra del escultor Adriam Jones “A.J.” y donados a la ciudad por James Miller, hijo del comerciante británico asentado en Las Palmas desde 1824 Thomas Miller, existiendo dos perros exactamente iguales en las puertas de la iglesia de Saint George en la londinense Hannover Square hasta la década de 1980, en que fueron retirados y que se encuentran actualmente decorando los jardines del hospital veterinario Queen Mother de Hatfiled).

 

                Con ello, y con la introducción de sangre del perro Bardino o Majorero, para obtener agilidad y temperamento, determinándose en el presa canario gran parte de su típica expresión y su característica capa bardina de tonalidad atigrada verdosa, nos posicionamos en principios del Siglo XX en el que existe, con mayor o menor consenso, un arquetipo morfológico del perro de presa canario.

                Desde sus orígenes, y hasta bien entrada la segunda mitad del Siglo XX, el presa canario tuvo una funcionalidad bien marcada, cual era el cuidado y vigilancia, la brega con reses hasta su sometimiento y, sin que merezca rubor alguno admitirlo, la pelea con especímenes de su misma raza.

 

 

                Su función a lo largo de los siglos nos determina, por tanto, una morfología robusta, propia de un moloso de presa, pero con agilidad y empuje. Durante todos los años en que se ha ido fraguando su definitivo diseño no solamente se pensaba en un perro de presa que desarrollara una correcta labor como guardián o como boyero, sino que además debía poseer buena disposición para la lucha.

                Como el propio Club Español del Dogo Canario reconoce en la presentación de su página web, “…avanzado el Siglo XX la afición a los combates va en aumento. Se pelea libremente y se establecen cuadras donde se reúnen y seleccionan los ejemplares por sus mejores condiciones para la lucha, no por sus características raciales.”

                Atendiendo a la finalidad que tenían, la prohibición de las peleas en España implicó la disminución del número de ejemplares en nuestras islas, lo que unido a la modal invasión de razas foráneas condujo hasta una alarmante situación de casi extinción hacia 1960.

                Fue a partir de 1970 cuando se inicia su recuperación y comienza a hacerse patente la necesidad de consensuar criterios y establecer un fenotipo que muestre su identidad, heredera de más de cinco siglos de evolución canina.

                Comienza una sensibilización que, al hilo del resurgir de todo el acerbo cultural canario, despierta el interés que siempre ha estado latente en los isleños por el presa canario, como parte del patrimonio autóctono de las Islas Canarias.

                Aprovechando los conocimientos de viejos criadores, la participación en las exposiciones internacionales y nacionales de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife, la culminación de la década de los 80 fue el reconocimiento oficial de la raza. Con éste comienza una segunda fase de difusión y selección en la cría según el estándar, por fin, aprobado por la Real Sociedad Canina de España.

                Con el firme objetivo del reconocimiento internacional se fueron formando jueces especialistas en la raza, llegando en la década de los 90 a convertirse en una de las razas punteras a nivel nacional y con gran proyección internacional, lo que hace que en la Exposición mundial de Portugal de 2001 se reconozca la raza a nivel internacional con el número 346 por la F.C.I. (Federation Cynologique Internationale). Este reconocimiento, que hubo de validarse a los diez años para su confirmación definitiva, ha implicado que nuestro presa canario haya pasado a identificarse, nominalmente y siendo el mismo perro, Dogo canario.

                La Asamblea General de la Federation Cynologique Internationale celebrada en París el 4 de julio de 2011 acordó por unanimidad reconocer a título definitivo la raza canina española Dogo Canario (antiguo Presa Canario), pudiendo optar al C.A.C.I.B. en la Exposición Mundial de París de 2011.

                Ya Victor Grau Bassas, en “Usos y costumbres de la población campesina de Gran Canaria”, de 1885, manifestó “…desde antes de la conquista se conocen los perros en Canarias, pues los conquistadores hallaron muchos perros cuando arribaron a estas islas, y después de esto han introducido muchísimas variedades que cruzadas entre sí han dado lugar a los perros actuales”.

                Tras un exhaustivo estudio de los restos arqueológicos hallados en el Barranco de Guayadeque, a los que también nos referimos en el apartado Leyenda de Tibicenas de nuestra web, F.E. Zeuner, en “Same domesticated animals from the prehistoric site of Guayadeque, Gran Canaria”, en 1958 concluyó: “Cuando llegaron los españoles, sus perros fueron cruzados con los perros salvajes que se mantenían en las islas. Es posible que la raza salvaje sea una que todavía existe, un perro de tamaño medio con orejas caídas y muy parecido al bóxer que a menudo se presenta también con pelo rayado”.

                En Estirpe de Tibicenas creemos que el actual Dogo canario, presa canario ayer y hoy en el hablar de nuestras islas, es el producto evolutivo de aquellos perros herederos de los canes prehispánicos que quedaron indultados en los Cedularios de principios del Siglo XVI, con las aportaciones que, por justificados avatares de la historia, introdujeron otras razas hasta asentar a principios-mediados del Siglo XX, más o menos pacíficamente, una tipología de perro que hoy, tras el reconocimiento oficial de la FCI el 4 de julio de 2011 constituye el Dogo canario (Estándar nº 346).

 

FUENTES

*  Victor Grau Bassas, Ed. El Museo Canario, 1885, Usos y costumbres de la población campesina de Gran Canaria.

* F.E. Zeuner, Ed. El Museo Canario, 1958, Same domesticated animals from the prehistoric site of Guayadeque, Gran Canaria.

* Clemente Reyes Santana, Revista Aguayro, 9-1988, El perro de presa canario.

* Manuel Curtó Gracia, 1991. El perro de presa canario, su verdadero origen. https://www.iremacurto.com/presacanario/spanish/libro/libro.pdf

* https://www.estodotuyo.com/2013/04/06/el-pedrigri-de-los-perros-de-santa-ana/